La evidencia histórica demuestra que ya, en el siglo II, los cristianos ya habían comenzado a establecer los libros que deberían ser incluidos en el Nuevo Testamento. Para la iglesia primitiva el concepto de canon no era algo complicado de entender ya que desde el mismo origen de la iglesia, en el ministerio de Jesús, la iglesia tuvo un canon: el Antiguo Testamento. Tanto Jesús como sus apóstoles aceptaron el canon hebreo como la Palabra inspirada de Dios y digna de toda autoridad.
“La iglesia no creó el canon; no determinó los libros que se llamarían ‘la Biblia’, la palabra de Dios inspirada. Al contrario, la iglesia reconoció, o descubrió, qué libros habían sido inspirados desde su comienzo. Dicho de otra manera, un libro no es ‘Palabra de Dios’ porque haya sido aceptado por el pueblo de Dios; más bien ha sido aceptado por el pueblo de Dios porque es la Palabra de Dios. Es decir, quien le da al libro su autoridad divina es Dios: el pueblo simplemente reconoce la autoridad divina que Dios le da”. Norman Geisler y William Nix (Teólogo, apologeta y filósofo | Consultor editorial y educativo) sc.
La necesidad de un canon
Los libros del Nuevo Testamento probablemente fueron escritos entre el año 51 d.C. y hasta fines del siglo I. El reconocimiento de algunos libros vino tempranamente y, para otros, después de un largo período de tiempo que ocupó alrededor de 350 años.
En los días apostólicos los dichos de Jesús eran considerados como de igual o mayor autoridad que el Antiguo Testamento. También los apóstoles se consideraban con autoridad otorgada por el Señor para decidir sobre asuntos de la vida de la iglesia. A medida que el cristianismo se extendía, y que los apóstoles comenzaban a morir, se hizo necesario tener un material escrito confiable para la instrucción de los nuevos creyentes y para proveer de un relato fidedigno de la vida y ministerio del Señor Jesús.
Antes de que culminara el siglo I, comenzaron a aparecer ciertas tendencias heréticas, las cuales demandaron una respuesta apostólica auténtica. El Evangelio de Juan, la primera Epístola de Juan y Colosenses son fieles reflejos de la controversia con los gnósticos. En el 140 d.C. el hereje Marción llegó a Roma anunciando una nueva doctrina y muy pronto consiguió muchos adeptos. Rechazo de plano todo el Antiguo Testamento y formuló un canon muy reducido del N.T.
La herejía de Marción dio un impulso poderoso para la formación de un canon definido. El llamado Canon Muratorio (denominado según el anticuario que lo descubrió en 1740), fue la respuesta a la herejía de Marción. Fechado alrededor
del año 170, este canon contiene los cuatro Evangelios, Hechos, las 13 cartas de Pablo, Judas, dos cartas de Juan y el Apocalipsis.
Un proceso gradual
La fijación final de lo que es ahora el Nuevo Testamento demoró mucho tiempo, en parte, a causa de la enorme dispersión y deficiente comunicación de los cristianos primitivos. Sin embargo, hacia fines del siglo II, la literatura cristiana se hacía más abundante, y surgían voces de autoridad en distintas áreas geográficas que hablaban en nombre de sus congregaciones locales, pero también de parte de la iglesia universal, la cual daba muestras claras de una unidad consciente respecto a los libros que debían ser considerados literatura canónica.
Ireneo de Lyon en Galia (alrededor del año 185) citó como canónicos 22 escritos de los 27 del Nuevo Testamento actual.
Clemente de Alejandría (150-215) escribió explicaciones de todos los escritos canónicos, incluyendo aquellos en disputa. Confirmó casi la misma lista de libros canónicos de Ireneo, incluso rehusó utilizar cualquier Evangelio que no fuera reconocido por la Iglesia como inspirados y de autoridad divina
En el siglo III, Orígenes viajó extensamente por Roma, Grecia, Asia Menor, Egipto y Palestina para evaluar qué
libros consideraban auténticos las iglesias.
En días de Eusebio de Cesarea (270-340), el N.T. no era todavía una unidad cerrada.
Finalmente, en el III Concilio de Cartago (397) se oficializó la canonicidad, ya reconocida, de los 27 libros actuales del NT.
El canon: la ‘vara’ para medir
¿Qué principios dirigieron el proceso de canonización del N.T.? Hubo factores importantes que se consideraban para aceptar como canónico un escrito.
a) El escrito tenía que tener amplia aceptación en las distintas iglesias. Eso confirmaba el hecho de que los libros fueron tempranamente reconocidos por su valor verdadero para la fe.
b) El valor de un libro era medido según su testimonio auténtico de la vida y enseñanzas de Jesús. Tenía que coincidir con la doctrina cristiana y tener el poder de edificar a los creyentes en la fe.
c) Finalmente, el libro debía de poseer señales claras de autoridad apostólica. Esta era la pauta más importante para la selección de un libro.
Respecto a los libros no escritos (por ejemplo Marcos y Lucas), aquí la iglesia se apoyó en el hecho de que estos hombres escribieron bajo la dirección de Pedro y Pablo, respectivamente.
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Fuente:
Pablo Hoff y David Miranda, Defensa de la fe, Editorial Mundo Hispano, 2012, pp. 47-52. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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