Los autores cristianos de los primeros siglos consideraron a Simón el Mago como el padre de todos los herejes, el fundador del gnosticismo, la primera herejía, y el primero en intentar practicar la simonía. Hechos 8 nos cuenta como Simón fue el primer intento satánico de sembrar cizaña en la iglesia. Este parecía ser un creyente verdadero, incluso tan perspicaz que Felipe lo aceptó como tal y lo bautizó. Simón incluso estaba siempre con Felipe (v.13). Por consiguiente manifestó las tres características de un creyente verdadero: creyó, fue obediente en el bautismo y continuó con Felipe. Sin embargo, no fue sino hasta que intentó comprar el Espíritu Santo que fue desenmascarado. ¿Dónde se equivocó Simón? La fe debe estar cimentada en la verdad, lo que no ocurrió con el. Hechos 8 nos revela cuatro faltas o equivocaciones evidentes y enormes en la teología de Simón el Mago.
“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito”. Hechos 8:9-13
Mal concepto de sí mismo
La idea de que el hombre es esencialmente bueno es tan generalizada como condenatoria. Quienes no se ven como pecadores no verán ninguna necesidad de un Salvador. Simón tenía un concepto egoísta de sí mismo. Antes ejercía la magia y había engañado a la gente de Samaria, lo que lo llevó a hacerse pasar por algún grande. Vio en la enseñanza de Felipe un medio para obtener mayor grandeza personal. Por otro lado, el dominio de Simón sobre los habitantes de Samaria era total. Persuadido de la esperanza mesiánica, Simón reclamaba deidad para sí mismo. La falsa enseñanza de este hombre iría a amenazar a la Iglesia hasta hoy. El orgullo es una falta universal y mortal. Nadie puede ser salvo mientras se aferre a su arrogancia y no deje su mal camino (Prov.8:13).
Un concepto erróneo de la salvación
Las artes mágicas de Simón no podían igualar el poder de Felipe otorgado por el Espíritu (vv.6-7). Por medio del ministerio de Felipe estalló un avivamiento en la ciudad. Cuando los habitantes creyeron a Felipe, se bautizaron hombres y mujeres. Felipe les predicaba acerca del reino de Dios y luego se centraba en Jesucristo. A medida que más personas creían, Simón veía que sus seguidores disminuían. Su declive de popularidad motivó a Simón mismo a creer. Después de haberse bautizado, estaba siempre con Felipe. Sin embargo, Simón tenía un interés profesional en averiguar el origen de los asombrosos poderes de Felipe, lo que lo llevó a encontrar una manera de adquirir ese poder para sí mismo. Pronto, a pesar de su bautismo, se hizo evidente que su salvación no era verdadera. Simón entendió la salvación como algo puramente ritualista, como un asunto religioso y de cumplimiento externo. Incluso, en Juan 2:23-25, estando Jesús en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, pero Él no se fiaba de ellos. La verdadera salvación no consiste en el cumplimiento externo de ritos, días o fiestas sino en una transformación divina e interna.
Un concepto erróneo del Espíritu Santo
La noticia del asombroso éxito del ministerio de Felipe llegó hasta los apóstoles que estaban en Jerusalén y enviaron allá a Pedro y a Juan para comprobarlo. Los apóstoles eran los líderes de la iglesia y conservaron ese estado aun después que esta extendió más allá de Jerusalén. Además, debido a que durante siglos los judíos y los samaritanos habían sido rivales, Dios había diseñado una sola iglesia en donde ya no habría griego o judío, esclavo o libre (Gá.3:28). Por esta razón, para no perpetuar aun más la grieta, Dios preservó la unidad de la Iglesia al retrasar la venida del Espíritu hasta que Pedro y Juan llegaran. De esta forma, los samaritanos aprenderían que estaban sujetos a la autoridad apostólica. En tal contexto, cuando Pedro y Juan llegaron, imponían las manos en los samaritanos y recibían el Espíritu Santo. Simón quedó totalmente anonadado, les ofreció dinero y les pidió de manera descarada: dadme también a mi este poder. Sin embargo, nada de lo que Dios tiene está a la venta. Pedro reaccionó con indignación y de manera furiosa le dijo tu dinero perezca contigo, tu corazón no es recto delante de Dios.
Un concepto erróneo del pecado
Pedro continúa la condenación de Simón haciéndole un llamado al arrepentimiento. Le ordena: arrepiéntete, pues, de tu maldad. Desafía al mago a tener una visión correcta de su horrendo pecado. Pedro advierte al mago de la gravedad de su situación cuando le dice que está en prisión de maldad. Realmente representa a la realidad de todo pecador. El pecado es un amo muy cruel. No obstante, Simón no se persuadió. Aunque sacudido y asustado, se negó a pedir perdón al Señor. Al contrario, dijo a los apóstoles: rogad ustedes por mí al Señor. Su única preocupación fue escapar de las consecuencias temporales de su pecado y no de las eternas.
El padre de todos los herejes
El Nuevo Testamento no vuelve a mencionar a Simón. Sin embargo, en documentos extra bíblicos aparece como el principal antagonista del apóstol Pedro y Pablo quien les sigue a todos lados y se les opone. En los apócrifos Hechos de Pedro se narra la gran lucha de Simón contra ellos en Roma y cuenta como, con sus artes mágicas, Simón había tratado de ganarse para su causa al emperador Nerón. Por otro lado, otro documento apócrifo narra que se mandó a cavar una tumba y permitió que lo enterraran vivo, después de profetizar que después de tres días se levantaría vivo de ella. Pero la prometida resurrección no se produjo y Simón murió en la tumba.
El caso de Simón el mago nos presenta una palabra de advertencia sobre una supuesta fe que no es genuina. Esta misma advertencia la vemos a lo largo del Nuevo Testamento (Lc 8:13; 1 Ti 1:19-20; 2 Ti 4:9-10). La falsa fe de Simón evidenciaba un problema mayor y profundo. No importa cuántas oraciones de fe uno realice, cuánto asista a la iglesia, o incluso cuántos días de reposo guarde o cuantas fiestas celebre. Lo único que Dios mira y recibe es un corazón quebrantado y humilde, que acepta con gratitud el regalo inmerecido de la salvación por gracia y se somete con gozo al señorío de Cristo.
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Fuentes:
1. Justo L. González, Diccionario ilustrado de intérpretes de la fe, Editorial CLIE, 2003, pág 368. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
2. John MacArthur, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos, Editorial Portavoz, 2014, pp.231-240. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
3. Johann Peter Kirsch, The Catholic Encyclopedia, Robert Appleton Company, 1912, Vol. 13.
4. Fabio Rossi, ¿Quién era Simón “el mago”? | Preguntas bíblicas, Coalición por el Evangelio, 14 junio, 2021.
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