En el principio todos los seguidores de Jesús eran judíos, pero de un judaísmo peculiar, galileo, con el mismo Jesús a la cabeza. Después se les suman judíos de Judea, más ortodoxos y ligados a la tierra de Israel y a la Ley de Moisés, con la circuncisión como señal del pacto con Dios. Luego se suma otro grupo, procedente de la diáspora, judíos nacidos fuera de Israel, en contacto permanente con el paganismo y la cultura grecorromana: los helenistas, de lengua griega (Hch.6:1). También se produjeron algunas conversiones del estamento sacerdotal (Hch.6:7). En esto, el cristianismo primitivo no se diferenciaba mucho del judaísmo de la época, que era más diverso y plural de lo que se suele imaginar. La coexistencia de estos grupos en el interior de las iglesias cristianas no fue del todo fácil y dio lugar a conflictos. El grupo más intransigente al respecto recibe el nombre de “judaizante”.
“Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”. Gálatas 2:14
Las creencias de la secta
Los judaizantes creían en Jesús como el Mesías prometido, pero no admitían que un gentil pudiera hacerse cristiano sin observar los preceptos de la Ley de Moisés. Defendían la obligatoriedad de la circuncisión como señal de la Alianza (Hch. 21:21) y la práctica judía relativa a los alimentos (Hch. 10:14), a los votos (Hch. 18:18), a las horas de oración (Hch. 2:46; 3:1; 5:42; 10:9), ayunos (Hch.¿13:2; 14:22), sábados y otras fiestas (Hch. 2:1; 18:4; 20:6, 16).
La primera crisis
El problema de los judaizantes surgió en el período de transición entre el antiguo pacto y el nuevo pacto, es decir, en los primeros años de la Iglesia primitiva. Era una época en la que el Evangelio avanzaba más allá de Jerusalén y Judea, y llegaba a varias ciudades del Imperio Romano. Los judaizantes insistían en volver a la Ley de Moisés como fuente de justificación. Más concretamente, insistían en que los gentiles debían cumplir la Ley como requisito para ser salvos. Con el creciente número de conversos gentiles, surgió cierta controversia sobre cómo debía ser la relación de los creyentes judíos con los gentiles. Así que en este contexto, algunos conversos judíos comenzaron a tratar de imponer una carga de legalismos judíos a los cristianos gentiles. Esta cuestión conflictiva acabó dando lugar a la primera crisis teológica de la Iglesia cristiana.
Contra los apóstoles
Los judaizantes representaban un peligro enorme para la Iglesia y para la verdad del Evangelio. A la luz de los relatos del Nuevo Testamento, el grupo de judaizantes crecía y se extendía por varias localidades. Parece que estas personas eran tan persuasivas que lograron presionar incluso a Bernabé, y al propio apóstol Pedro (Gálatas 2:11-21). Los judaizantes intentaron también desacreditar el apostolado de Pablo, por lo que este tuvo que escribir una carta completa a los gálatas para combatir contra tales falsos maestros y les aconsejó que se mantuvieran firmes en su libertad en Cristo (Gá. 5:4; Col. 2:11; Fil. 3:2-3; Rom. 2:29).
El Concilio de Jerusalén
Aun así, los judaizantes continuaban desobedeciendo la autoridad apostólica y causando inquietud y división; lo que llevó a la Iglesia de Antioquía a pedir ayuda a Pablo y, en respuesta, los apóstoles y los ancianos de la Iglesia de Jerusalén, se reunieron para considerar este asunto (Hch. 15:6). Una vez reunidos, después de escuchar a Pedro, Pablo, Jacobo y Bernabé, a la Palabra de Dios sobre el asunto, los apóstoles y los ancianos sabían que la decisión a tomar era clara. Como Dios había salvado a los gentiles por Su gracia, sin considerar su obediencia a la ley de Moisés, el Concilio no tenía autoridad para molestarlos forzándolos a circuncidarse y guardar la Ley como requisitos para la salvación (Hch 15:19, 24). En cambio, el Concilio solo decretó cuatro prohibiciones para los cristianos gentiles:
1) que se abstuvieran de cosas contaminadas por los ídolos,
2) de fornicación,
3) de lo estrangulado y
4) de sangre» (v. 20).
Finalmente, si bien la herejía judaizante no se extinguió del todo, el Concilio de Jerusalén asestó un duro golpe a las aspiraciones de la secta.
La herejía
De no haberse observado el decreto del Concilio, la relación entre judíos y cristianos hubiese resultado imposible. Su cumplimiento facilitaba la convivencia judeo-gentil en la armonía de la fe en Jesús como el nuevo pueblo de Dios. Sin embargo, el partido judaizante, que comprendía un amplio abanico que iba de lo más moderado a lo más radical, poco a poco se fue quedando solo, y su destino terminó siendo trágico. Para el judaísmo rabínico, versión triunfante del fariseísmo, los judaizantes eran vistos con muy malos ojos. En los escritos de la época son generalmente clasificados entre los minim (herejes), y son considerados como peores que los idólatras, como apóstatas de Israel y como “coretitas”, ya que Coré era el prototipo de hereje frente a Moisés. Finalmente, en el año 70 se produce la agónica y desoladora destrucción de Jerusalén y su templo. Desde ese momento, mientras el cristianismo apostólico crecía, la secta judaizante se debilitaba y se dejan de percibir sus movimientos. Las noticias que nos llegan de ellos a partir de ese momento son escasísimas.
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Fuentes:
1. Alfonso Ropero, Mártires y perseguidores, Editorial CLIE, 2010, pp. 60-66, 186. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
2. Hans Joachim Schoeps, El judeocristianismo, FORTRESS PRESS, 1968, p. 30.
3. Alfonso Ropero, Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Editorial CLIE, 1990, pp. 480-81, 1435-36, 1443-44. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
4. Scott Swain, Hechos de los Apóstoles: El Concilio de Jerusalén, Tabletalk Magazine, Ligonier Ministries, 29 noviembre, 2022.
5. John Piper, La Ley No Anula la Promesa, desiringGod.org, 17, abril, 1983.
6. Giovanny Bulla, ¿Cuál era el problema de los Judaizantes?, Holybiblia.com.
7. Libro de Gálatas, gotquestions.org.
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