Ningún otro libro ha influido tanto en la civilización occidental como la Biblia. A partir de sus relatos históricos, sus enseñanzas morales y sus afirmaciones existenciales, la Biblia ha sentado las bases para formas democráticas de gobierno y derecho, la exploración racional del mundo natural, movimientos tanto en arte como en literatura, moralidad y valores sociales.
En el área de la gobernación humana y el derecho, la Biblia ha contribuido de manera significativa en tres avances que han dado forma a la consciencia y conciencia de la civilización occidental:
1) la autonomía individual y el proceso democrático,
2) una separación entre el gobierno secular y la institución religiosa,
3) el mantenimiento del sistema judicial.
El individuo
La Biblia establece que las personas no son simples máquinas complejas que se deben programar para el bien el estado, sino seres con un valor incalculable para su Creador. Los individuos son seres libres llamados a determinar la historia junto a Dios y al prójimo, seres inmortales cuyo destino último trasciende con mucho cualquier sistema político pasajero.
Probablemente la mejor protección contra el totalitarismo político es el reconocimiento de que el estado no es la fuente suprema de valores y leyes. Si una sociedad cree firmemente que existe una ley superior fundamentada en Dios, a la cual la legislación actual debería conformarse y los ciudadanos deberían obedecer aun si eso implica desobediencia civil, se podrá mantener al totalitarismo del siglo XXI bajo control.
Separación de religión y estado
El estado no debería promover o establecer ninguna religión, denominación, ideología, agenda o sistema de creencias. La separación entre iglesia y estado tampoco es una simple necesidad pragmática en una sociedad pluralista. La fe religiosa es, por su misma naturaleza, una respuesta libre a Dios y no puede ser forzada. A lo largo de la historia bíblica vemos un Dios soberano que invita sin cesar a las personas a un diálogo libre con él. Invita a la obediencia, pero es asombrosamente paciente con aquellos que no aceptan su invitación.
La justicia retributiva
La Biblia también ha influido tanto en la sustancia como en el marco de las estructuras legales modernas. El principio
bíblico de justicia retributiva sigue siendo la única forma de jurisprudencia que es verdaderamente “justa”.
Este principio garantiza que solo se castigue a las personas culpables. La retribución se basa en la premisa de que la autoridad apropiada debería imponer un castigo siempre y cuando se haya cometido una ofensa de verdad. La retribución, por tanto, asegura que nadie sea castigado si no lo merece. De manera similar, el principio de retribución también asegura que el castigo dado es proporcional al crimen. Las diferencias irrelevantes como raza, género o clase social no tienen impacto alguno en la condena.
El funcionamiento judicial
Barbara Armacost y Peter Enns, en su minucioso examen de los profetas bíblicos, describen el contexto en el cual debería funcionar este sistema de justicia retributiva:
1) La justicia bíblica exige una sentencia razonable e imparcial, así como leyes razonables y con principios.
2) Tiene derechos particulares sobre aquellos que están en posiciones de poder y autoridad sobre los demás.
3) Requiere especial atención a la manera en que las leyes y las instituciones legales tratan a las personas más
vulnerables de nuestras comunidades.
4) Los abogados modernos deberían verse a sí mismos como representantes del papel profético en sus comunidades,
bien como infiltrados que trabajan en pos de la justicia o bien como intrusos que sacan a la luz la injusticia y piden su erradicación.
La democracia
La toma de decisiones individuales descentralizada, incluso si supone cierta pérdida de eficiencia, está de acuerdo con la visión bíblica de las personas como co-formadoras de su propia historia social, política y nacional bajo Dios. El proceso político democrático es el sistema político más compatible con los valores bíblicos en cuanto a la importancia del individuo y la generalización del pecado. La democracia política genuina descentraliza el poder político de modo más completo que cualquier otra forma de gobierno. La democracia es necesaria precisamente porque la gente es pecadora. Al mismo tiempo, debido a que cada individuo tiene un valor incalculable para Dios, cada persona debería ser libre de poder conformar su propio destino político.
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Fuente:
Josh y Sean McDowell, Evidencia que demanda un veredicto, Editorial Mundo Hispano, 2015, pp. 17-19. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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