Charles Darwin estaba convencido de que la vida en la Tierra podría haberse originado a partir de reacciones químicas ocurridas por casualidad en algún caldo o charco de la Tierra Primitiva hace miles de millones de años. Sin embargo, en aquella época todavía no era posible observar y comprender la complejidad existente en el interior de cualquier célula.
Actualmente, se conocen la mayoría de los componentes celulares, y se tiene la sensación de que el enigma del origen de la vida esta perfectamente resuelto. No obstante, esto no es así. Debido a la complejidad celular, las investigaciones acerca del supuesto origen químico de la vida están en un callejón sin salida. El origen de la vida sigue siendo el gran misterio no resuelto de la ciencia moderna.
“Aún no sabemos cómo comenzó a existir la vida en la superficie de la Tierra. Por ello, ¿cómo vamos a saber si podremos encontrar otro planeta en el universo capaz de sustentar vida si, en general, ignoramos cómo surgió la vida espontáneamente en la superficie primitiva de nuestro propio planeta?”. John Maddox (Fisico evolucionista inglés, ex director de la revista científica Nature)
Contra la química
En 1956 Stanley Miller realizó un experimento que pretendía recrear en el laboratorio, las condiciones ambientales de la Tierra primitiva. Sin embargo; dicho experimento de descargas eléctricas, jamás pudo demostrar el inicio de la evolución química de la vida, dado que no logró generar jamás aminoácidos con más de tres carbonos, ni proteínas, nucleótidos, ni nucleósidos, que son esenciales para la formación del ADN y ARN.
Sin embargo; esto dio lugar a que la antigua, poco creíble, anticientífica y tantas veces refutada teoría naturista de la generación espontánea de la vida a partir de elementos químicos no vivos, abiogénesis, quede completamente descartada. Por lo tanto; en 1956, gracias al experimento de Miller, la abiogénesis fue reemplazada por una teoría más seria, pero similar: la biopoyesis. La biopoyesis, también conocida como abiogénesis química o simplemente abiogénesis, en lugar de suponer una generación espontánea de la vida, supone toda una serie de pasos intermedios, no espontáneos, que se tendrían que haber dado entre la materia muerta y los seres vivos más sencillos, a lo largo de un tiempo determinado. Sin embargo, la nueva teoría evolucionista también tiene grandes inconvenientes.
1. Pocas probabilidades
El biólogo evolucionista Scott Freeman reconoce que “todavía no han tenido éxito los intentos de simular el origen de la vida con proteínas”. El cálculo de probabilidades para que se forme una proteína al azar, es infinitamente reducido; salvo que sea bajo la manipulación controlada por la mente inteligente de los científicos en un contexto controlado de laboratorio.
2. La formación del ADN
Los nucleótidos, que son necesarios para la formación del ADN y el ARN, son una verdadera pesadilla para la biopoyesis; ya que hasta ahora no se ha podido observar la formación de un nucleótido mediante evolución química. Después de más de 60 años de investigación, muchos científicos se muestran escépticos respecto a que pueda existir una solución natural a dicho enigma.
3. El ADN no se autocopia
La molécula del ADN, al contener mucha información, es muy estable a lo largo del tiempo, y esto le hace incapaz de copiarse así misma. De allí que, casi ningún investigador apoye la hipótesis de que la primera forma de vida en la Tierra fuera el ADN. Por ello, los evolucionistas proponen que la vida comenzó con el ARN, ya que, quizás, podría haberse copiado así misma.
4. El ARN autorreplicante no existe
Actualmente no se han encontrado moléculas de ARN, capaz de copiarse así mismas. De allí la enorme paradoja de los investigadores evolucionistas. Es decir, si bien plantean el surgimiento de la vida debido al azar; proponen desplegar toda una impresionante tecnología de procesos químicos, con el propósito de lograr, mediante la manipulación externa de una mente inteligente, las condiciones necesarias de la tierra primitiva que dieron lugar a la vida.
5. Los hidratos de carbono
Tampoco los hidratos de carbono (azúcares o glúcidos) se pudieron formar al azar. El principal problema reside en que tales enzimas (almidón, celulosa, etc.)no existían en el supuesto ambiente primitivo de la Tierra. ¿Cómo surgieron los hidratos de carbono? Nadie sabe.
6. Tampoco los lípidos
El darwinismo plantea que el momento más importante fue cuando la hipotética molécula replicada se rodeó de una membrana creando así a la primera célula y el primer organismo vivo, separando el ambiente externo del interno. Aquí es donde entran los lípidos, ya que tienen la capacidad física de parecerse a las células cuando están en el agua. No obstante, la bicapa de los lípidos tiene la capacidad de permitir el intercambio entre el interior y el exterior. Aquí, las dificultades se multiplican exponencialmente.
El diseño inteligente
A pesar de que la evidencia científica esté en contra, en la mayoría de los centros de estudios del mundo, se enseña que la primera célula viva apareció hace miles de millones de años en algún charco primitivo como consecuencia de una lenta evolución al azar y sin propósito. Sin embargo, más de seis décadas de experimentos y estudios solo han conducido a una mejor percepción de la inmensidad del problema del origen de la tierra, más que a su solución.
Actualmente, todas las teorías científicas concluyen en la insuperable confesión de ignorancia. Sin embargo, sería bueno preguntarse ¿por qué? ¿Será porque no se busca en la dirección adecuada o, sencillamente, porque la vida no evolucionó al azar a partir de la materia inorgánica sino que fue diseñada inteligentemente?
“Los científicos que trabajan en el origen de la vida merecen muchas alabanzas. Gracias a sus esfuerzos tenemos una idea cabal de las asombrosas dificultades que plantea el origen de la vida basado en procesos químicos naturales. En privado muchos científicos admiten que la ciencia no tiene explicación para el comienzo de la vida”. Robert Shapiro
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Fuente:
Antonio Cruz, Introducción a la apologética cristiana, Editorial Clie, 2021, pp. 101-102, 123-131. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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